Nunca fue importante decir demasiadas palabras, pero siempre lo hice.
Nunca di la oportunidad de hacer que alguien me conozca, ahora quiero experimentar un nuevo comienzo basándome en ello.
Quiero un lugar donde no tendré miedo de exponer mis temores, mis errores, mis imperfecciones.
Será como contar una historia de vida a gente que no le importa una vida sin mucho que contar en realidad.
Será como decir cuanto me importa, y a la vez contradecirme cuando no hago nada al respecto.



domingo, 31 de enero de 2016

La jugadora.

Bueno, antes que nada pasó demasiado tiempo desde que escribo acá, y sinceramente me siento un poco mal por eso. Pasaron muchísimas cosas de las cuales tengo que hablar pero lo voy a dejar a otra noche de desvelo. Hoy quiero que lean algo que escribí para un examen de actuación. Originalmente estaba sin tantas anotaciones porque era un monólogo y las acciones las fui poniendo luego y habían cosas que iban en medio del diálogo, que decidí omitir y más bien dejar que las palabras hablen. Así que agregué unas cuantas cosas también. Y lo puse más narrativamente que en forma de guión.

La idea salió de mi mente gracias a un personaje que inventé basándome en otros personajes de la obra Babilonia Sur de Moncho Azuaga (que tienen que leer porque es una pequeña obra de teatro muy genial) ya que justamente esa era la consigna que nos asignaron en el examen. El personaje principal y quien habla en el monólogo fue una creación mía, como ya dije, inspirándome en los de la obra, pero el otro personaje del que habla esta persona, es el mismo de la obra. El contexto de las cosas que pasan también tiene un poco que ver con la obra de Moncho, pero es como un spin off esto. No quiero hacer spoiler simplemente quiero aclarar eso. En fin. Ojalá les guste mi pequeña pieza.

La jugadora.

La escena se desarrolla en un lugar parecido a lo que sería un basural, hay restos de comida, plásticos, vidrios, cartones, todo tipo de desechos esparcidos por todo el lugar y en una esquina, se ve una piedra grande, y al costado una caja de madera. Una mujer, vestida con ropas sucias pero elegantes, llega al lugar sigilosamente. Lleva en sus manos un arma, preparada para disparar y en la cabeza, un sombrero muy al estilo de algún mafioso sacado de película de Coppola.

“Hace ya tiempo desde la última vez que vine hasta este lado del muladar. La verdad que no tenía planeado volver, pero ya era tiempo de hacerlo. Después de todo, tengo un juego sin terminar pendiente”.

La mujer entonces llega hasta la piedra y mira a su alrededor, entonces pone la caja en frente suyo y se sienta en la piedra usando la caja como mesa. Entonces saca un mazo de cartas de su bolsillo, al mismo tiempo que guarda el arma. Empieza a tirar las cartas sobre la “mesa”, en lo que aparenta ser una partida de póker contra otra persona. Se reparte cartas a ella y le reparte cartas a alguien más. Pone las cinco cartas en el centro y mira las cartas que le dio a la otra persona. Se ve una cara de derrota y esto ocurre unas cuantas veces.

“Al parecer no estoy jugando bien, creo que se me están acabando los movimientos. Nunca se vio que una mujer como yo, juegue con alguien como vos. Aunque nunca fui vista como mujer, supongo  que ni siquiera por vos. Sólo soy un arma, un objeto disponible para realizar cualquier tipo de tareas. Y obvio, me conocen como alguien buena con las cartas: solitario, póker, truco, escoba de quince, hasta blackjack… −saca una carta del mazo, es el 7 de corazones−… corazones. JA! Un ridículo nombre para un juego…

Malditas cartas francesas.
Para alguien tan acostumbrada al azar y a la suerte, incluso estos juegos me parecen más controlables que el que disputo en tu contra. Por lo menos en estos juegos, siempre puede llegar a aparecer un as bajo la manga. Pero contigo… ¿Será que habrán estrategias que funcionen? Sinceramente no domino este juego nuestro, pero hasta ahora parece que vas ganando.

Ay poeta, tanto que quisiste ser un teólogo de la liberación de las ideas que te echaron la culpa de que el mundo se pudriera porque no pudiste imaginar un futuro distinto, al vino tinto. JA.
Pero digan lo que digan sobre vos, que son patrañas la mayor parte de las veces, aun habiendo escuchado todas esas maldiciones me quedé, no fue que tuviese opción. Pero al hacerlo hiciste mucho por mí, me mostraste tu mundo, y al hacerlo me hiciste soñar, me hiciste pensar en tantas cosas, me hiciste imaginar cosas inimaginables. Y por un instante cambiaste mí mundo. Recuerdo cuando me decías que si llegaba el momento de la postrer partida te iba a encontrar ligero de carga como siempre estuviste, así como a los hijos del mar, eso me decías. Y fue allí donde me di cuenta de que tu mundo de piratas de las letras con aires de revolución, no era tan diferente a mí realidad. Tus lápices y espadas eran como mis pistolas y mis escopetas, la tinta en los dedos se reemplazaba con pólvora; pero ese sentimiento de pertenencia, de dejar tu huella en el mundo era igual en una manera distinta. Tus huellas dejaban palabras, las mías dejaban sangre.

También recuerdo haberte dicho desanimada en aquellos tiempos que pasamos, que ya estábamos muertos desde hace mucho tiempo, que no importaba nada, porque el mundo ya no cambiaría. Y vos, vos me dijiste hasta con una rima, que todavía era posible la poesía”.

Los recuerdos de la mujer se hacen cada vez más fuertes, la sensación de dolor se nota en su expresión, y las cartas siguen estando en su contra. Al mismo tiempo que todos esos recuerdos le remuerden la conciencia, su concentración en el juego no deja de ser igual, mezcla las cartas como por inercia, y las reparte de igual forma. En algunas partidas se da por vencida solo con mirar sus cartas y a las que están sobre la mesa, en otras arriesga y las pone sobre ella para contemplar los resultados, los cuales nunca parecen estar a su favor. Pero se la nota nerviosa, los pensamientos la empiezan a torturar.

“No puedo seguir con esto, estar hace más de una semana aquí ya está empezando a afectar mi psiquis, hace unos días que lo único que como son esas malditas ratas, de esas que encuentro correteando mientras busco a tus secuaces ‘piratas’. Estoy harta, hambrienta y ahora incluso confundida sobre todo esto. Supongo que es lo que me gano por ser la encargada del trabajo sucio del general. Tener que venir a estos lugares, hacerme pasar por alguien para investigar cosas, dejar de comer los banquetes que suelo tener para tener que comer ratas inmundas y, para colmo, encontrarme con jugadas peligrosas que me descolocan… Y que por culpa del hambre se me nuble el pensamiento…

Sí, es por eso que no puedo calmarme, porque tengo hambre, porque mis entrañas me piden alimento…

… Pero el problema es que mi mente me pide más versos, más frases postmarxistas. Y mi cuerpo recuerda y desea esa exacta simetría, tu perfecta geometría, tu pasión, ese ardor de luna, tu carne de varón…

Incluso en eso se sintió tu erudición. Pero aun así no sé qué hubiese sido mejor. Será que la derrota absoluta de las ideas nos hubiese dado paz, o será que encontrarle el sentido al postmarxismo tuyo tendría más eficacia. O tal vez, será que todo fue una estratagema, como en mis juegos de naipes…
¡Ya! Es suficiente, mejor, busquemos comida hoy, y dejemos las promesas incumplibles para otro día…

Dijiste que mi única defensa era la imaginación, ¿verdad poeta? De solo pensar en eso, recuerdo que el cerebro de los poetas es un queso podrido, y se me hace agua a la boca. Porque quiero comer. No quiero pensar. Pero es inevitable, porque también dijiste que nos chuparon toda la imaginación, y entonces, ¿cómo vamos a luchar contra el mundo si yo ya me quedé indefensa según tus opiniones? Maldito estafador. No sé por qué siempre buscaste tener ese aire a vanidad burguesa conmigo, si a mis ojos nunca pasaste de un simple intento de Atila finisecular. Dijiste demasiadas verdades a medias, poeta; lengua mentirosa al espiedo….

¡Bueno basta! –revuelve todas las cartas con enojo− Se me tuercen las tripas de hambre, sólo quiero comer así que terminemos esto. Ya basta de simposios de miseria, de juzgar por errores cometidos o por mentiras descaradas; basta de especulaciones sobre este juego imposible de ganar. Ya dije que no me gustan este tipo de duelos, y justamente en esta mano tu Caballero de corazones le gana a mi Reina de picas. Y la ironía hace que tengas más comodines de los que pudiste llegar a usar.  Te conseguiste un as de espadas,  pensaste que eras invencible y me ganaste, completamente para mi vergüenza. Increíblemente perdí la apuesta a pesar de que soy malditamente buena con las cartas. Suelen decir que a quien le va bien en las cartas le va mal en el amor. Bueno…

 Ahora tengo hambre pero no quiero comer antes de terminar esto, ni siquiera me importa más el juego, no me importa haber perdido, pero…

No quise que ocurriera, no pensé que lo que sentí me seguiría atormentando. Pero sabes bien poeta, que en el solitario el Rey es el de mayor jerarquía y él pidió tu cabeza, Caballero de corazones…
Ahora que volví y busqué hasta el hartazgo a tu séquito de seguidores pseudo comunistas, me sentí más cercana a ellos que a mis ideales, pero no importó mucho, órdenes son órdenes al igual que fue contigo.

Me di cuenta de que me hubiese gustado liberarme de esta cadena y declamar contigo ‘persecula seculorum’ como solías prometerme. Pero no hubiese funcionado, ya que un arma solo deja de servir cuando se herrumbra y a mí, según mis cálculos, todavía me queda mucho tiempo de uso”.

La mujer entonces se levanta luego de recoger todas sus cartas, y pone su Jota de corazones dentro de su sombrero luego de darle un beso, y agarra a la Reina de corazones y al Rey, y las pone en su bolsillo. Entonces pone el sombrero sobre la piedra. Se despide mirando a lo que parece una tumba. Vuelve a agarrar su arma y sale de escena.

Fin